lunes, 30 de mayo de 2011

DESPEDIDA




Como cada día durante los últimos 10 años Elena cogía el tren a las 7:45 de la mañana. Llegaba siempre con el tiempo justo y por ello la entrada al vagón siempre iba acompañada de algún que otro empujón para hacerse un hueco entre la marabunta que se concentraba a la misma hora que ella. Se montaba siempre en el primer vagón, tenía la sensación que subiendo en él llegaba antes que los demás a su destino. Su constante en la vida eran las prisas, el estrés, la rapidez…etc. Y así eran todos los días para Elena.


Pero aquel día 3 de mayo, esa rutina cambiaría para siempre...


Se despertó a las siete y cuarto de la mañana, y como apuró hasta el último segundo para levantarse de la cama, se le hizo tarde y sólo le dio tiempo a tomar un café, cogió una manzana para comer por el camino y bajó por las escaleras para no esperar al ascensor al tiempo que se iba poniendo la gabardina. El trayecto hacia la estación era corto, solo duraba seis minutos, lo tenía cronometrado. A su llegada sacó el bono del bolsillo para pasar por las barreras de entrada. Allí ya se empezó a poner nerviosa, se había formado una pequeña cola porque una señora metió mal el billete y las barreras de apertura se quedaron estancadas.

Eran las 7:42 y la fila no avanzaba, se acercó un revisor y manualmente cogió el billete de cada uno para agilizar la salida hacia el andén, ya que el tren no tardaría en llegar. Elena corrió porque el convoy hacía su apariciónen ese mismo instante.

Se metió en el primer vagón como hacia cada día, no fue nada fácil, pero a base de algún que otro empujón y pedir perdón al tiempo que se abría camino entre la gente, logró un sitio aceptable. Arrinconada entre un joven que iba ensimismado con los cascos y otro no tan joven, con cara de dormido, observaba lo que tenía alrededor.


Todos los días su mirada recorría como por inercia las caras de los demás viajeros, que al igual que ella, eran habituales en ese vagón. Estaba el ejecutivo del Ipod, la parejita de estudiantes, hablando de asignaturas y profesores, la madre con el niño, que siempre acababa cogiéndolo en brazos, el anciano adormilado y la mujer risueña.

Sabía de memoria en que estación bajaba cada uno y casi podía predecir el estado de ánimo que tenían ese día., eran muchos años viajando a la misma hora y compartiendo con las mismas personas un trayecto de treinta minutos. Cuando llegó a su destino bajó y fue directa a la oficina, tenía una reunión importante. Muy importante. Le habían ascendido y como tal, a partir de ese día, tenía que usar obligatoriamente el coche de la empresa.




Lo primero que pensó Elena fue que ya no vería más el tren. Ese tren que le había acompañado durante 10 largos años, ¿qué sería del ejecutivo del Ipod o de la mujer risueña? pensó. Nunca más sabría si cambiaban de colonia, si habrían estrenado algo, o tenían mal día, tal como había ido pronosticando cada mañana. Esas vidas no eran tan ajenas para ella.


Adiós queridos pasajeros. Hasta siempre querido tren.

4 comentarios:

Angelosa dijo...

Me ha gustado mucho el relato, me ha traído muchos recuerdos, esa chica puedo ser yo, también iba en tren todos los días a mi trabajo, veía a la misma gente, de hecho guardo buenos amigos de viaje, lo único que cambia en la historia es que a mi no me ascendieron, me despidieron estando enferma jajaja. Me alegro volver a leerte, un besazo.

Adara dijo...

Me alegro que te haya gustado Angelosa...y qué pena que tú final no haya sido el mismo. Mi final es debido al optimismo que suelo tener en la vida, aún sabiendo que no todo termina de rositas....

saludosss!!

Andylonso dijo...

Al igual que Angelosa, yo también he cogido el mismo tren durante ocho años, a la misma hora, siempre viendo en la ida y en la vuelta a la misma gente: las dos amigas que se contaban su fin de semana, las chicas que venían de trabajar de Zara, estudiantes como yo... en fin, un largo etcétera.
Incluso aún hoy, me saluda alguna después de no habernos visto en largo tiempo.
Parece mentira cuánto podemos conocer a una persona sin haber hablado nunca con ella ¿verdad?.
Un secreto?, aunque me ascendieran, seguiría , aunque fuera de vez en cuando, cogiendo el tre.

Un abrazo

Adara dijo...

Es verdad Andylonso, le podía haber dado un final menos tajante y que de vez en cuando hiciera el trayecto en tren....pero se nota que no soy de medias tintas...o todo o nada, jeje.

Un saludo!!!

Publicar un comentario

Escribiendo desde la luna todo parece diferente.
Hay silencio.

Me quedo aquí a leer lo que me contéis.